El Precio de la Palabra: La Honorabilidad como Pilar de la Resiliencia

¿Cuánto vale la palabra empeñada? En los tiempos que corren parece cotizar a la baja, pero para muchos no tiene precio. Descubre la historia real de un regateo por un auto donde el dinero chocó con la honorabilidad. Una prueba de coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace, donde la palabra dada está por encima de toda oferta económica más conveniente.

Alejandro Borges

11/5/20253 min read

black car parked beside white building during daytime
black car parked beside white building during daytime

El Valor de un Compromiso Verbal

Hola, querida comunidad. Como saben, en Escritor Resiliente exploramos el poder de las palabras, pero hoy quiero referirme a su valor, entendido como sinónimo de honorabilidad.

Hace unos quince años, con mi señora (Ministra de Economía del hogar) decidimos cambiar nuestro auto familiar. Lo pusimos a la venta. Tras semanas de silencio, el mismo día, aparecieron dos interesados. Esta pequeña historia llegó desde las entrañas de mi memoria, luego que alguien no cumplió con lo que me había prometido. Fue un recordatorio de que no para todos la palabra dada es el contrato más sagrado de todos.

El Contraste de las Intenciones

El primer interesado por el vehículo, un profesional de unos cuarenta años, me contó que lo necesitaba para compartir tiempo con sus hijos tras un divorcio. Miró solo la apariencia del auto y arreglamos que su mecánico lo vería a la mañana siguiente. El precio no se discutió.

Esa misma tarde, llegó el segundo interesado, un hombre de sesenta y tantos años que había venido de un balneario distante a unos 50 kilómetros.. Me dijo que había trabajado toda su vida en el taxi, que se había jubilado y que, por su baja cilindrada, mi auto le resultaba ideal para él y su señora. Le dejé las llaves en la portería de mi trabajo pues a la hora que él llegaba no lo podía atender. Confié en él tras escuchar su historia.

Esa noche me llamó. Su primer comentario fue que el precio estaba "quinientos dólares por arriba" del valor de mercado, pidiéndome una rebaja por su condición de jubilado. Yo, algo a la defensiva, le dije que ya había un interesado con prioridad y que me llamara al otro día.

Lo curioso fue que, por casualidad, mi señora me comentó que el tal "jubilado" era en realidad un dueño de flota que acababa de vender cinco taxis. El hombre no había mentido, pero sí inducido una narrativa para su beneficio. Me quedé pensativo sobre la candidez que me llevó a "comprar" su historia.

La Prueba de Fuego de la Palabra

A la mañana siguiente, el primer interesado llamó. "Me lo quedo. Ya lo vio mi mecánico y me lo quedo", me confirmó con convicción. Le comenté que había aparecido un segundo interesado, pero le aseguré que mi palabra era mi compromiso. El precio de venta establecido desde el comienzo quedó intacto.

Solo minutos después, me llamó el taxista.

— "Yo soy "fierrero" viejo. Me enamoré del auto. Si arreglamos el precio ya mismo se lo compro", dijo.

Le expliqué que lamentablemente ya lo había cerrado con el primer hombre.

— "No tengo idea cuánto se comprometió a pagarle ese hombre, pero yo le ofrezco doscientos dólares más", respondió con fastidio.

— "Pero no termina de entender", le señalé. "Ya cerré el negocio y le di mi palabra al otro hombre."

— "Trescientos más, entonces", me insistió de manera seca, como si solo se tratara de encontrar el número correcto.

Ahí se activó la necesidad de ser honesto conmigo mismo. Le recordé que él había dicho que el auto estaba "quinientos dólares arriba" y ahora ofrecía trescientos más sin siquiera saber el precio original. Le dije:

— "Vamos a dejar la charla por acá. Lo que acaba de hacer me resulta ofensivo. Supongo que sin mala intención, pero acaba de tratar de ponerle precio a mi palabra, algo que mis mayores me enseñaron es sagrado y que está más allá de la firma de cualquier contrato."

— "Prefiero poder mirar al hombre que vino primero a los ojos, antes que meterme unos billetes más en el bolsillo. Espero que tenga suerte con el próximo auto que quiera comprar", me despedí.

Una Reflexión para la Resiliencia

Visto en perspectiva, la palabra no vale por la firma que la respalda, sino por la integridad de quien la pronuncia. El precio de tu palabra es el precio de tu honorabilidad, y no puede ser regateado.

En tiempos donde los compromisos verbales se rompen con facilidad, recordar el valor de la palabra dada es un acto de resiliencia personal. Es el pilar que te permite mirarte al espejo con dignidad y la base para reconstruir cualquier cosa que el mundo te haya quitado.

¡Hasta la próxima!

---------------------------------------

Esta historia es un ejemplo de los desafíos que abordamos constantemente en la vida: la lucha contra el ego, el peso de las decisiones difíciles y la necesidad de reconstruir para avanzar.

Si esta reflexión sobre la condición humana y la búsqueda de la autenticidad resonó contigo, te invito a adentrarte en mi primer libro.

En él, profundizo a través de catorce historias reales (ficcionadas para proteger la identidad de los protagonistas), donde la resiliencia es la única respuesta para avanzar cuando toca enfrentar decisiones que ponen a prueba nuestra esencia.

Divulgación: Como Afiliado de Amazon, puedo recibir una pequeña comisión por las compras que cumplan los requisitos, sin costo adicional para ti.