El Sobretodo que Arrastré a la Piscina (Y por qué lo solté)
¿Por qué pensamos en el éxito o el fracaso al empezar algo? Te voy a confesar por qué casi abandono el sueño de publicar mi libro y comparto la gran lección que aprendí al intentar "cruzar la piscina" con un sobretodo lleno de expectativas materiales.
Alejandro Borges
10/29/20256 min read
Al momento de escribir estas líneas, estoy a pocas semanas de que, luego de dos años de arduo trabajo y vencer decenas de dificultades y retos en varios ámbitos, se publique mi primer libro. De forma inmediata mi mente se estremeció al pensar en un posible fracaso. Y, lo que es más alarmante para mí, qué pasaría si las personas se mostraran receptivas a mis cuentos y estos fueran un éxito.
Antes de seguir especulando qué haría o qué sentiría ante una u otra situación, me cuestioné cuál era la razón por la que pensaba en estos escenarios. Ahí me di cuenta de que estamos “preseteados”, por decirlo de alguna forma, para reaccionar de determinada manera.
Romper el "Preseteo": ¿Por qué Cruzo la Piscina con un Sobretodo?
No quiero hacer de esto un alegato contra el consumismo y mucho menos un cuestionamiento desde la soberbia o la falsa modestia respecto a los objetivos que cada uno se plantea en su vida. Como nunca me cansaré de aclarar, aquí no se trata de “dictar cátedra” sobre la vida. Solo se comparten experiencias y reflexiones. Nada más.
Pero ahora lo que me estoy cuestionando es “por qué insisto en querer cruzar la piscina olímpica (metáfora de la vida) con un sobretodo puesto”. Me explico más en detalle: ¿cuál es la razón por la que debo llenar todos los bolsillos? Uno para las llaves de la casa. Otro para las llaves del auto. Otro para el pasaporte y los pasajes para Europa o el Caribe, por ejemplo. Otro para las tarjetas de crédito. Otro para el último modelo de celular...
Son todas cosas materiales que, la gran mayoría, sentimos la necesidad de tener y alcanzar. Pero cuántos de nosotros se detienen a pensar por qué es tan importante tenerlas. Muchos me dirán, con total sensatez, que la respuesta es “para sobrevivir en el mundo de hoy. En la sociedad que nos tocó”. Y, por supuesto, respeto su posición. Siempre y cuando sea consciente. Si la persona entiende que eso es lo que realmente vale la pena en la vida y que son las cosas importantes por las que se debe pelear, perfecto. Mi razonamiento no va por ese lado.
La Reinvención y el Peso de la Subjetividad (Mi Viaje de Periodista a Autor)
Lo que me cuestiono es por qué lo primero que pienso al enterarme de que se va a publicar el libro es en el éxito o el fracaso. Y a partir de esto, que lo tomé como un destello de luz, me di cuenta de que estaba siendo infame e injusto conmigo si lo medía en esos términos. Tengo casi sesenta y dos años. Luego de mi infarto me tuve que jubilar. En el último bienio, y para mi total asombro, literalmente me reconvertí. Estudié durante horas y horas y con mucho ahínco para reaprender a escribir. Porque luego de cuarenta años de periodista, mi gran objetivo al enfrentar una hoja en blanco siempre fue tratar de contar los hechos procurando que mi presencia entre la noticia y el lector pasara inadvertida. Siempre supe que la subjetividad es invasiva e imposible de evitar. Desde el momento en que el periodista elige contar una parte de una entrevista (a no ser que sea algo en vivo, las notas siempre se editan. Y a pesar de ser un profesional de la información, desde el momento en que decidimos dejar una parte y quitar otra, ya estamos incidiendo de alguna manera en la difusión de la noticia). Pero ahora, como autor, tuve que hacerle espacio a mi subjetividad. No se trata de contar la verdad sin intervenir. El fin es otro: entretener. Atrapar. Contar historias verdaderas pero con toques de imaginación, giros, humor y hasta valoraciones de momentos para mí importantes. Hacer ese cambio en la forma de escribir, créanme que me costó muchísimo. Leí y releí infinidad de libros y autores. Desde Harper Lee, Ernest Hemingway, Oscar Wilde, Shakespeare, Balzac, Alejandro Dumas, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Juana de Ibarborou, Dan Brown, John Green, Horacio Quiroga y muchos, muchos más. Incluso un gran amigo me regaló “Mientras escribo”, un libro casi autobiográfico de Stephen King, que contiene una gran enseñanza para quienes nos apasiona escribir.
Además de todos estos autores, comencé hace más de dos años a escribir por lo menos dos mil palabras por día. Cosa que he hecho durante cada jornada, con contadas excepciones que no deben superar la decena de días en los últimos dos años. Después de crear, leer y releer mis cuentos, pedí la opinión de los lectores beta. Amigos fieles y generosos que me obsequiaron su tiempo para darme devoluciones siempre comprometidas, donde las rosas y los ladrillos fueron siempre bienvenidos. Pero además, llegado el momento, cuando me di cuenta de que el hobby pasaba a ser una aspiración de poder publicar algo, no dudé en hacer un gran esfuerzo y contratar informes de lectura. Allí descubrí un mundo maravilloso, donde un profesional me mostró con una claridad increíble los errores o los vicios que mi escritura arrastraba.
Después de eso el proceso se hizo aún más complejo. Para llegar a la publicación próxima de mi primer libro, tuve que contratar una corrección profesional y ser ayudado por los servicios de una editorial para maquetar y hacer la carátula del libro.
Un Propósito más Fuerte que la Vergüenza: El Legado de la Experiencia
Pero la historia no termina allí. Tuve que estudiar y aprender Marketing Digital. Algo que no solo no estaba en mis planes, sino que en principio sentí que me alejaba de mi pasión de escribir. Cuando ya creí que había hecho todos los esfuerzos requeridos para cumplir mi sueño, aparecieron las redes sociales. Que hay que tener un canal de YouTube y un sitio web. Cuando me enteré de esta noticia, estuve a punto de abandonarlo todo. El tema es que me había costado tanto esfuerzo llegar hasta ese lugar, que decidí seguir adelante. Contra todas mis predeterminadas razones que me llevarían a un contundente fracaso, después de meses de esfuerzo construí mi canal de YouTube e ideé una dinámica de trabajo para subir por lo menos un video por semana. Y, lo más increíble para mí, sin ayuda humana alguna —más allá de los sinceros ofrecimientos pero la imposibilidad de concretarlos en la realidad— hoy tengo mi propio sitio web: Escritor Resiliente. Aquí no solo figura mi historia y escribo esos artículos en el blog, un lugar desconocido en absoluto para mí hace apenas unos meses. Además, y lo digo con gran orgullo, comparto gratis a todos quienes quieran leerlo, el cuento que es la piedra angular de este emprendimiento: Un regalo inesperado. El relato que pretende ser entretenido, pero en el cual cuento con total sinceridad mi experiencia con el infarto. Infarto que me dejó como gran enseñanza una mochila enorme de vergüenza. Mis cuarenta años de periodista no me sirvieron de nada para darme cuenta de que estaba frente a un evento cardiovascular. Por eso ahora, quiero compartir mi experiencia (a la cual sobreviví solo por fortuna) para que otros que vivan o sean testigos de una situación similar, reaccionen de mejor manera de como lo hice yo. El cuento tiene una intención informativa y solidaria. Y esa es una de las principales razones de la existencia de Escritor Resiliente.
Así que después de todo esto que les he contado, les comento que acabo de desprenderme de mi sobretodo que viaja rumbo al fondo de la piscina. A mí me llevó casi sesenta años, darme cuenta de que se puede viajar mucho más liviano rumbo al otro extremo de la piscina y que, lo de verdad importante, es estar nadando.
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Esta historia es un ejemplo de los desafíos que abordamos constantemente en la vida: la lucha contra el ego, el peso de las decisiones difíciles y la necesidad de reconstruir para avanzar.
Si esta reflexión sobre la condición humana y la búsqueda de la autenticidad resonó contigo, te invito a adentrarte en mi primer libro.
En él, profundizo a través de catorce historias reales (ficcionadas para proteger la identidad de los protagonistas), donde la resiliencia es la única respuesta para avanzar cuando toca enfrentar decisiones que ponen a prueba nuestra esencia.
